aún estaban recuperándose las ruinas cuando sobrevino otro derrumbe. éste mucho peor. el señor invisible siempre andaba por allí y lloraba de impotencia mientras intentaba reunir de nuevo cada piedra en su sitio y no podía. había una princesa hecha de naranjas parada en mitá de la maleza, sonriéndole al sol aunque le habían dejao las frutas acribilladas a picotazos los pájaros negros que ahora descansaban con la barriga llena y luego se quedaron dormidos y se los merendaron las orugas a la sombra de un descanso mal parido. la brisa se paró en el centro exacto del desastre, vió las manchas azules de las piedras y creó el silencio, para ellas. todavía no hay gente en kilómetros a la redonda. ni gente ni agua ni nada de nada que llevarse a la boca. pero se oye lejano el murmullo de "algo". el desastre sonríe, porque sabe.

imagen: ruido blanco (joan fontcuberta)