3.7.07

nieve


sale del dentista un poco atontado. tropieza un par de veces con los cuadraditos de la acera. al salir a la calle atocha el sol le da de pleno en la cara y le parece todo demasiado claro, por eso se acuerda de orhan pamuk, y de la nieve que cae lentamente, en silencio, encerrada dentro del libro que lleva bajo el brazo. se da cuenta de que no ha llegado a ninguna conclusión con respecto a la intolerancia del religioso y del no religioso. y que lo único que tiene claro es que lo que no le gusta es la intolerancia. que cada uno sea feliz a su manera, pero sin meterse con la manera en la que es feliz el prójimo. y ahí la cabeza le hace un paso de baile y empieza a meterle en camisas de once varas. "vale, ya está" -la corta rápidamente - "ya sabes a lo que me refiero, cooooño, siempre igual". la otra se ríe y le deja en paz. de momento. empiez a caminar hacia arriba. hace calor. y hay mucha gente. en madrí siempre hay mucha gente. por todos lados. se mira el reflejo en un escaparate cualquiera y se ve guapo, con esos ojos grandes y negros y esa cara tan ambigua, de sonrisa torcida y mirada directa. al girar se encuentra con una jovencita de falda roja de esas que saben cómo mantenerte la presencia, y cuando acaba el vaivén de gestos y se pierden de vista sonríe, porque todavía piensa que nadie gana en estos juegos, ni tampoco pierde. por eso a él nunca le ha gustado tomárselo a la tremenda. pero entonces piensa en su hija y en el tiempo que hace que no habla con ella, y también piensa en su madre, y en lo que se arrepintió de no haber hablado más con ella, y luego piensa en el fútbol, para dejar de pensar en todo lo otro. no le duele la boca. la anestesia de hoy en día es una puta pasada. se encuentra con manuel a la altura de sol y piensa en ángela, le invita al bandido a no sé qué presentación de no sé qué libro a la que sabe perfectamente que no va a ir. él se lo dice "manuel si nunca voy no sé pa qué te sigues esforzando". luego a mamarse sí. a eso no suele faltar. ángela. qué más da. no da más. da menos. siempre da menos cuando piensa que no tenía que que no tenía que que no tenía que pero sin embargo lo hizo. la dejó irse. y él lo sabía. sabía lo que había. sabía lo que pasaría. sabía lo de despúes y lo de antes y lo de todos los días todas las semanas todos los meses y lo de cada vez que se tirara a otra tía. lo sabía, aunque nadie se lo hubiero contado y aunque no fuera capaz de ponerle palabras. pero aún así la dejó irse. y a pesar de la conclusión de al menos así ella tendrá lo que se merece seguía sintiéndose igual de débil y de cobarde. igual de insincero consigo mismo. se acordó de la nieve y se sintió un copo cayendo sobre madrí eternamente, sin llegar a estrellarse nunca contra el suelo, evitando no ser de la misma manera que evitaba estar siendo. observó un rato a la gente. un alemán con pinta de baterista de metal con sus dos niñas de 10 años vestidas de gogó de kapital, hablando como si fueran mujeres de 30 años, ¿en qué momento perdimos la niñez? , y un señor con los ojos clavados en la nada sentado en una mesa con una taza vacía y un par de monedas, unas chicas hablando de lo mismo de siempre,o sea, de nada, miles de personas comprando mirando ropa resoplando y él seguía sin decidirse entre odiarles o amarles incondicionalmente. entonces se acordó de las contradicciones y suspiró. "gracias, tía" (a veces su cabeza no era del todo mala). se volvió a mirar en otro escaparate y se vió algo más viejo. giró en fuencarral y buscó alguna otra jovencita pero ninguna le buscó a él. se encontró con la cara de ángela en todos los maniquíes hasta llegar a tribunal y una vez allí se sentó a la sombra y encendió un cigarro. "a tomar por culo". cerró los ojos y comprobó cómo efectivamente era capaz de conseguir que le nevara por dentro. tembló. subió por luchana y cuando llegó a casa se metió en el baño se lavó la cara se miró al espejo y vió que tenía el pelo complentamente blanco, unos cuantos años perdidos y ninguna excusa que fuera válida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que te van a cundir las vacaciones. ¡Qué suerte tenemos de tenerte!

Anónimo dijo...

cruzarnos
de piernas
y brazos

Gsús Bonilla dijo...

poreso y por más, los ancianos de
espiritu joven,
visten sus arrugas de domingo,
se lian los recuerdos en el papel
azul de todas las mañanas,
y despacito y a pequeñas caladas
se fuman la memoria y sabiendas
se engañan a si mismos. pero no importa.



tremendo peque, tremendo.

Pablo dijo...

Muy buen relato, logra transmitir la intensidad del momento... yo desde chile también pasé hace algunos días bajo la nieve y me recordé de la novela de Pamuk. Un gusto, saludos desde el sur del mundo, Pablo.